Teatro romano de Mérida. Corral de Comedias de Almagro. Teatro María Guerrero de Madrid. Sala Pradillo

lunes, 9 de mayo de 2011

«El muerto y el mar» de Julio Salvatierra

Agradecemos a Julio Salvatierra este texto escrito con motivo del 11M y la emoción que nos produjo su lectura.
                                                      El  muerto y el mar
Personajes: El viejo, Alina, Adelaida, Ben
Un viejo embarcadero a la orilla del agua. Junto a él, con aire abandonado, una vieja garita donde se venden los billetes para el viaje en la barca. Junto a ella, un viejo sentado en un taburete, canoso (el viejo), mirando al agua y al viejo sol.
(Entra Alina)
El viejo.-        Hola, abuela.
Alina.-           Hola, Caro. Tienes razón, hoy creo que podría ser tu madre.
El viejo.-        ¿Qué ha pasado?
Alina.-           Algo terrible. Necesito pasajes para ciento noventa y una personas.
El viejo.-      Bueno, andamos fatal de espacio, Alina. Cada vez hay más gente y eso aún contando con el nuevo tren, pero les haremos un sitio.
Alina.-           No los quiero en tu barca, los quiero para el tren, y en primera.
El viejo.-        ¿En primera?
Alina.-           En primera.
El viejo.-       Pero eso no va a ser posible, Alina, porque ya sabes que aquí sólo puedo vender diez primeras cada día, y nunca a un solo delegado. Debes ir a la Estación, pero tampoco creo que allí las consigas.
Alina.-          Las conseguiré, no te preocupes. Todos estarán de acuerdo.
El viejo.-       No se por qué, pero a mí me da que no.
Alina.-          Ya lo verás, estos son especiales. Todos estarán de acuerdo.
El viejo.-       Sabes que prefiero el optimismo, mujer, pero llevo más años que tú en esto.
Alina.-          ¿Cuántas primeras me vendes?
El viejo.-       Yo en la barca los meto a todos, ya lo has visto otras veces, mi barca nunca deja a nadie fuera. Irán un poco apretados, pero irán todos. Ahora, si quieres pasajes de prestigio en el tren, yo aquí únicamente te puedo vender tres, porque esa es la norma, y lo sabes.
Alina.-           Diez.
El viejo.-       ¡Eh, diez! ¡Diez! ¡Estás chiflada, mujer! ¡Diez, dice! Diez azotes en el culo te voy a dar. Estas loca, Alina, no sabes lo que dices.
Alina.-           Tú me vas a vender diez tránsitos superiores. Y luego me voy a ir a la estación y me van vender otros ciento ochenta y uno, para que lo sepas, y se van a ir todos como señores.
El viejo.-        Yo te aprecio, Alina. Y lo sabes.
Alina.-           Escúchame, no sabes lo que ha sido esto. Nunca en mi vida había visto cosa igual. Así que vete sacando el talonario del tren y ya me estás dando todos los viajes, porque hablo en serio, creo que nunca me habías visto así, y espero que nunca me veas así otra vez, ¿me entiendes?
El viejo.-        Entiendo que debes tranquilizarte. Las mayores desgracias lo son por poco tiempo. Y yo llevo ya demasiado de barquero.
Alina.-           Me vas a dar todos los billetes que tengas, porque tienes que hacerlo…
El viejo.-        No puedo, habla con la estación, con los otros delegados, e intenta arreglarlo allí. Aquí yo no puedo hacer nada.
Alina.-           Están a punto de llegar…
El viejo.-        Usa mi móvil, si quieres.
Alina.-            Caro, necesito tu ayuda.      
El viejo.-        Llama, ¿para qué te sirven sólo diez pasajes? Has dicho ciento noventa y una. Llama.
Alina.-           ¿No quieres ayudarme?
El viejo.-         Llama.
                       
                     (Entra Adelaida)
Adelaida.-      ¿Dónde estamos?
Alina.-           Ahí están. Pobrecillos. Trae el teléfono. (Alina se aparta un poco para llamar por el móvil del viejo)
El viejo.-        No se inquiete, señora. Aquí no se está mal. El mar es azul, huele a sal, se oyen las olas, el sol calienta. No se está mal. Tómese su tiempo.
Adelaida.-      Pero es que tenemos ganas de llorar, ¿sabe? Y algunos están muy sorprendidos… todo esto es inesperado, y nos afecta…
Alina.-           Buenos días, póngame por favor con el director de la estación.
El viejo.-        No se preocupe, hágame ese favor, señora, y siéntese acá, verá como en unos             minutos se siente mejor…
Alina.-           (Al móvil) Soy la delegada de Tránsitos del gobierno central…
El viejo.-        El aire en esta parte del mundo tiene unas propiedades tranquilizadoras, en seguida se dará cuenta de ello…
Alina.-           (Al móvil) De España, de España. Espero.
El viejo.-        Así que espere tranquila a que lleguen sus compañeros de viaje.
Adelaida.-       Ya estamos todos.
El viejo.-        Yo sólo la veo a usted.
Adelaida.-       Claro, pero yo represento a muchos. No había presupuesto para más. Yo interpreto a ciento noventa y una personas.
El viejo.-        Ah. Eso está bien. Es un ahorro, sin duda. Pero debe ser difícil.
Adelaida.-      ¿Por qué?
El viejo.-        Vengo yo pensando que cada persona es un mundo.
Adelaida.-       Sí. Eso es cierto… Pero, ¿sabe?, de momento nos entendemos bien. Tal vez ahora es que nos sentimos unidos. Pero yo hablo en nombre de todos, casi siempre, aunque a veces, cuando alguno de mis compañeros está especialmente excitado, o tiene muchas ganas de decir algo, hablo directamente en su nombre, o él –o ella- habla a través mío, no lo se explicar bien…
El viejo.-       Curioso. ¿Podría hacerme una demostración?
Adelaida.-     Sí… bueno… ellos hablan cuando quieren… no se… pregúnteme algo en lo que la gente nunca esté de acuerdo.
Alina.-           (Al móvil) No me retiro, pero es urgente.
El viejo.-       Caramba… para mí es difícil, porque yo estoy de acuerdo siempre con todos… a ver… (pausa) ¿Es  mejor levantarse temprano o acostarse tarde?
Adelaida.-      Uy, yo prefiero levantarme temprano, desde siempre / ¡No le haga caso a esta  vieja! Madrugar es un crimen o un castigo, lo dijo Dostoievski / A  mí me da por épocas / Yo madrugo en el estío por ver la luz del alba, pero en el invierno, cruel, velo los atardeceres que mueren pronto / ¡Por favor! (No aguanto a este poeta) Y usted, Adelaida, no se despiste, a ver, señor, ¿dónde estamos? ¿Quién es usted?
El viejo.-       Ya… ya veo, resulta un poco extraño, pero todo sea por el presupuesto. Respecto a esa pregunta, aquella mujer que me está gastando el saldo del móvil (es que no es de contrato) está aquí para explicárselo y ayudarles en el viaje y en lo que sea…
Alina.-           (Al móvil) Ignacio, por fin, supongo que te has enterado. De lo de Madrid y los trenes…
El viejo.-        En cuanto ella acabe, se lo explica…
Alina.-            (Al móvil) Exacto, por eso necesito pasajes en primera, y muchos.
El viejo.-        Está acá para atenderles…
Alina.-           Ciento noventa y uno… No es imposible, Ignacio… Mi gobierno no aceptará esa respuesta… Claro que llegaré hasta donde sea preciso… ¿Pero qué delegados no van a estar de acuerdo…!? Este es un caso especial… No, no, no, no todos lo son, y lo sabes, estos muertos nuestros son diferentes…
Adelaida.-      ¿Con quién habla?
Alina.-           Ha sido calculado y sin escapatoria…
El viejo.-        Con el director de la estación Última.
Alina.-           El móvil es político, y es un acto inadmisible…
Adelaida.-      ¿Él es el que da los billetes para el viaje?
El viejo.-        No del todo. Es sólo un funcionario –de los eternos-, aunque de alto nivel. Pero las decisiones las toman en la globalidad, que es un ente. Mixto.
Alina.-          Sí, ya están aquí, acaban de llegar… ¡Escúchame, Ignacio, claro que iré! ¡Iremos tdos a esa reunión…! No, no: todos, iremos todos, y nos vais a dar esos pasajes especiales, porque esto no puede quedar así, me oyes, y no lo hará! ¡En cinco minutos estamos ahí, así que vete preparando! (Cuelga)
El viejo.-       Ella es Alina, y aquí Adelaida y ciento noventa personas más.
Alina.-           Gracias. (Les saluda emocionada, con sinceridad) Hola, Adelaida, y hola a todos los demás. ¿Cómo están? Pasen por aquí, pasen, por favor, y siéntense. Como les ha dicho Caronte, un buen amigo, mi nombre es Alina y soy la delegada del reino para el Tránsito. Esta delegación, aunque nadie lo sepa, data de la época de los Reyes Católicos, aunque en un principio se llamó Real Correduría de la muerte del Buen Nombre, y su finalidad actual es velar porque –una vez fallecidos- el tránsito hacia el más allá de nuestros mejores ciudadanos se realice con la dignidad debida.

                        (Entra Ben, que se sienta al fondo, mirando el mar y la escena, sin decidirse a interrumpir)
                        Sé que están muy afectados, que todo esto les resulta nuevo e incluso inverosímil, pero a pesar de ser así, así es. Ahora la muerte les parece un sueño, y tal vez lo sea, no lo se, pero es un sueño que va a seguir. Tómense el tiempo que necesiten, y pregunten sus dudas, intentaré ayudarles, pero créanme si les digo que ustedes son, para mi, algo muy querido. Y no son sólo palabras: su caso, la forma de su muerte… su gratuidad… me ha llegado al alma y no tengo palabras para expresar mis sentimientos. Pero una cosa sí les aseguro, y es que voy a hacer todo lo que esté en mi mano –y aún más- por conseguir que su tránsito se realice con honores, porque ustedes se han hecho dignos de ello, porque nuestro país no puede permitirse menos y porque yo personalmente me siento profundamente emocionada al contemplar su suerte… y quiero hacer todo lo posible por rendirles el homenaje –y el adiós- que todos ustedes se merecen… (se emociona).
Adelaida.-        …gracias en nombre de todos… ¿porque estamos todos de acuerdo en darle las gracias a esta señora, ¿verdad? / Si…/ Bueno… / (realmente a mí me da igual, pero se la ve tan emocionada que adelante) / ¿Y ya qué mas da lo que nos parezca? / Bueno… En resumen: gracias. Pero díganos: ¿qué era todo eso del tren y la barca, y los billetes…? ¿Qué va a pasar ahora?
Alina.-              El viaje que cruza la laguna hasta el otro lado sólo se podía hacer -hasta hace poco- en la barca de nuestro querido amigo, pero desde hace un tiempo existe un túnel subterráneo con un moderno tren-lanzadera que hace el viaje más rápido, más cómodo y con muchos más servicios como comida a bordo, hilo musical, cine y cafetería, siendo…
Adelaida.-      ¿Pero qué hay al otro lado?
Alina.-           Ah, eso no lo sabemos.
Adelaida.-      ¿Y cómo es posible?
Alina.-          Yo soy funcionaria y me ocupo de la partida, pero de la llegada sé lo mismo que ustedes.
Adelaida.-      (al viejo) ¿Y usted tampoco lo sabe?
El viejo.-        Algo sé, pero no puedo decírselo, lo siento, así que sólo puedo recomendarles que tengan algo más de paciencia.
Alina.-          Él es un servidor de los dioses, que es como un funcionario, pero más antiguo, desclasificado, vamos –y yo diría que inclasificable- pero hasta que el nuevo tren pueda absorber el flujo de Tránsitos diario -que siempre va en aumento- nos presta un servicio inapreciable. Pero lo importante ahora es que tenemos que hacer presión todos juntos para que el consejo de su autorización para que viajen ustedes en el tren, en asientos preferentes.
Adelaida.-     ¿Es muy largo el viaje?
Alina.-          No lo sé.
El viejo.-       Bueno, eso según.
Adelaida.-     ¿Según qué?
El viejo.-       Según a dónde se vaya, claro, como todos los viajes.
Adelaida.-     ¿Pero es que hay varias posibilidades?
El viejo.-      Siempre hay varias posibilidades, con tal de que imagine usted durante tiempo suficiente.
Alina.-          Bueno, esta conversación sí que no lleva a ningún lado, y como la reunión del consejo acaba dentro de media hora, yo propongo que nos vayamos todos, es decir, nosotras dos -en el plano físico-presencial-, a esa reunión para exigir un mínimo trato deferente a los afectados. ¿Estamos todos de acuerdo?
Ben.-            Perdón…
El viejo.-       Buenos días.
Ben.-            ¿Aquí se embarca para el viaje al otro mundo?
El viejo.-       Sí.
Ben.-            Gracias. Entonces esperamos aquí. Perdón…
                   (Se aparta a un lado y se sienta. El viejo se acerca. Hablan)
Alina.-          No se preocupen por él, tendrá su propio delegado. Nosotros, ¿en marcha?
Adelaida.-     …Un momento, pero… ¿qué mal hay en ir en la barca?
Alina.-          Es mucho más cómodo y mejor el tren. Y más rápido. Y es un signo de reconocimiento mundial que se nos debe, bueno, quiero decir, que se les debe a ustedes, en este caso.
Adelaida.-      Ya… pero yo no tengo prisa… / Pues yo si, tengo curiosidad por ver qué hay / Yo prefiero comer bien en el tren, tengo hambre / Pues ya te vale, barrigón, a mí me apetece el agua / Calma todos. Parece que hay división de opiniones…
Alina.-           Bueno, pero ustedes no se preocupen. La decisión tomada es la correcta y no deben perder el tiempo dándole vueltas, porque lo tenemos muy justo, créanme, por favor, y confíen en mí. Vamos.
Adelaida.-      Un momento… ¿él puede venir con nosotros?
Alina.-           ¡Adelaida, por favor! Seamos serios. La muerte siempre es una tragedia, pero lo suyo es un caso especial.
Adelaida.-      (Pero se le ve tan solo)
Alina.-           No puede ser, Adelaida, esto es un tratamiento particular que no se puede aplicar a todos, es sólo para casos señalados, sería ridículo mezclar cuestiones diferentes.
Adelaida.-      Pero él es uno sólo…
El viejo.-        No, no lo es, lo parece, también por causa del presupuesto. Pero engaña…
Alina.-           Ah, ¿él también representa a más personas…? Esto parece un teatro. Pobre. Grotovsky…
El viejo.-        Sí, es que en la globalidad se anda escaso de presupuestos de cultura, por lo visto, y sobrados de otros… Éste representa a unas setenta y siete mil personas.
Alina.-           Caramba, eso es un alarde… Interpretativo, digo.
El viejo.-        Viene a ser la mitad de los muertos del día de hoy, jueves, y son sólo los antes de tiempo… pero, claro, ahí hay de todo… desde causas naturales, con la relatividad que tiene lo natural…
Alina.-           Quiere decir que si no tienen que comer es natural que se mueran.
El viejo.-        …por ejemplo, y guerras, epidemias, matanzas, infinitas, infinitas causas…
Alina.-           Que nosotros no podemos asumir, así que vamos… (Adelaida duda)
¿Vamos?
Adelaida.-      Hola, ¿cómo te llamas?
Ben.-            Hola, mi nombre es Ben, pero yo también soy más, como usted…
Adelaida.-      Ya lo sé, ¿verdad que es una sensación extraña?
Ben.-            Bien puede decirlo, señora, a veces hablo con voces que no son mías, y que ni siquiera entiendo, inshalah algún día las entendamos todas.
Adelaida.-      ¿De dónde vienes? ¿Cómo fue?
Ben.-            No sé el nombre de mi país, yo vivía en una llanura con árboles. Pero no llovió. Durante mucho…
Adelaida.-      ¿Quieres venir con nosotros en tren?
Ben.-            …No puedo. Somos demasiados, hay una gran guerra cerca de donde yo vivía.
Adelaida.-      ¿Y nos podríamos ir todos en la barca?
El viejo.-        Se puede. Pero mi amiga Alina, con toda su buena intención, no creo que esté de acuerdo.
Alina.-           (Aparte a Adelaida) No lo haga más complicado, hay algunos entre su gente que no piensan como usted.
Adelaida.-      No estoy segura. Vamos a ver, escuchadme, todos los que estáis ahí dentro: ¿estamos todos de acuerdo…? (…) Parece que hay mayoría.
Alina.-           Pero, ¿por qué?
Adelaida.-        …porque el aire del mar huele muy bien, ¿no lo huele usted…? Apetece un paseíto en barca… / ¿Pero cabremos setenta y siete mil ciento noventa y una personas en ese bote?
El viejo.-          ¡Uy! Y muchos más. Aquí ha habido días que ni le cuento.
Adelaida.-        Pues vamos allá.
                        (Se embarcan Adelaida y Ben. El viejo también, y comienzan a alejarse)
Alina.-              Pero, Adelaida, el gobierno del reino estaba luchando mucho en la globalidad por organizar un tránsito con todos los honores…!
Adelaida.-        (alejándose) Ay, lo siento mucho, Alina, de verdad, es usted muy simpática…
Alina.-              ¿Pero y qué les digo?
Adelaida.-     (desde lejos) No sé… ¡Que se mueran! / Que se vengan con nosotros y lo verán todo de otra forma…! / Que disuelvan las naciones, que ya va siendo hora / ¿Tienes
                 un pitillo? (total, ahora ya…)
Ben.-          (desde lejos) (Toma) Puede contarles lo que quiera, ¿sabe? De los muertos se creen todos cualquier cosa…
Adelaida.-        (desde lejos) …hasta que resucitan… (risas lejanas que se pierden en la niebla).
Ben.-               (desde muy lejos) …en la paz y el amor, así de repente… (risas)
Adelaida.-        …si, ciudadanos todos iguales, pero en el otro mundo… (más risas)
Ben.-               …y ni siquiera…
El viejo.-          ¡No se rían tanto que me desequilibran la barca…! A ver si al final vamos a tener una desgracia… (más risas) Adiós, Alina, adiós… no se enfade… vivimos tiempos… extraños… (y fin)


2 comentarios:

Teatro en red dijo...

Quisiéramos mencionar alguna de estas entradas etiquetadas como "Textos dramáticos breves" en nuestra web (teatroenred.com y teatroenred.blogspot.com)

Hitos dijo...

En principio no hay ningún problema. Suelo poner en el blog piezas que utilizo con mis alumnos, respetando siempre los derechos de autor. En el caso del texto de Julio Salvatierra o de los de Sanchis Sinisterra contamos con la autorización expresa del autor. Me gusta vuestra web, gracias por el trabajo que hacéis.